Como una lenta flecha
que surcara la nada
y se clavara lejos,
más allá de la vista,
anoto, en la vorágine
de la noche, las roncas
palabras que la voz
de una terca espelunca
me dicta. Lo que callo
muere en vastas planicies
y espera que otra noche,
dúctil, lo recupere.